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Culpar a otros es fácil

Echar la culpa a otro puede aliviar las emociones de manera temporal ante una crisis, pero también puede lastimar a muchos. Aprenda a manejar sus emociones antes de que estas le hagan cometer una impertinencia.

Cuando el Presidente Bush tomó la iniciativa de invadir a Iraq en busca de los terroristas que atacaron las Torres Gemelas el 9/11, la mayoría del país, un 90%, incluyendo senadores y representantes estuvieron de acuerdo con su decisión y en esencia le dieron un cheque en blanco para atacar a Iraq en la famosa invasión de Shock and Awe. Sin embargo, cuando las cosas comenzaron a salir mal y la inteligencia resultó ser inefectiva, todos se tornaron en contra del presidente asignándole toda la culpa de los errores cometidos allí. No estoy diciendo que el presidente tenía o no razón, esos son asuntos para los comentaristas políticos. Pero sí vale la pena observar cómo es nuestra naturaleza humana que después de estar de acuerdo con algo, cuando las cosas comienzan a salir mal, en vez de asumir responsabilidad, comenzamos a echar culpa aun cuando sabemos que algunos problemas son causados por el contexto en el que surgieron o el sistema y no necesariamente por una persona en particular.

Es importante tener siempre en cuenta cuando sintamos el impulso de culpar al otro cuáles son nuestros sentimientos hacia esa persona. Pues cuando resentimos a alguien es muy común atribuirle a esa persona toda la responsabilidad si algo sale mal. Busquemos aprender a manejar nuestras emociones antes de cometer una impertinencia, pues en el proceso de buscar exonerar nuestras faltas podemos muy fácilmente lastimar y hasta destruir a otros.

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